¿Por qué invertir en bienes raíces o bonos?

Por mucho tiempo, invertir en bienes raíces ha sido una estrategia popular ya que ofrece la oportunidad de generar ingresos extras a través del alquiler de propiedades, así como producir ganancias conforme el valor de la propiedad aumenta a través del tiempo.

Dos de las opciones de inversión que mayor atención captan son los bonos y los bienes raíces. Ambas representan alternativas óptimas y generan rendimientos sólidos, pero ¿cuál de ellas es mejor? 

 

Por mucho tiempo, invertir en bienes raíces ha sido una estrategia popular ya que ofrece la oportunidad de generar ingresos extras a través del alquiler de propiedades, así como producir ganancias conforme el valor de la propiedad aumenta a través del tiempo. Además, este tipo de inversiones son una buena forma de diversificar el portafolio, ya que se mueven al igual que otros activos financieros. 

 

Pese a lo anterior, invertir en bienes raíces también conlleva algunos riesgos y desafíos. Para empezar, se requiere de un gran capital para comprar propiedades. Además, gestionar propiedades puede ser un trabajo que requiere mucho tiempo y esfuerzo, especialmente, si lo hace uno mismo. 

 

Por otro lado, los bonos son otra de las opciones preferidas para quienes buscan ingresos regulares y estabilidad. Estos instrumentos de deuda son préstamos que se le dan al gobierno o empresas y a cambio, éstos pagan intereses regularmente y devuelven el dinero cuando vence el bono. Esta forma de recibir pagos fijos puede ser muy atractiva para quienes buscan un flujo de efectivo constante. 

 

Para entender mejor las ventajas de cada una de estas dos opciones, te compartimos un ejemplo con una de las inversiones más comunes: la renta de una propiedad. 

 

Cuando alquilas tu casa, el inquilino se compromete a pagarte una renta mensual. En ese caso, ambos se están haciendo un préstamo. En el caso de la compra de un bono, ya sea de gobierno o de una empresa, existe un compromiso de devolver el dinero que se paga más los intereses generados con el tiempo. ¿La diferencia? Con una renta se presta un bien tangible y con el bono, se presta dinero.  

 

Por otro lado, al adquirir un bono corporativo, se está otorgando un préstamo a una empresa a cambio del pago de intereses periódicos hasta el vencimiento del bono. En contraste, en el caso de una renta, el acuerdo suele finalizar dentro del plazo de un año. 

 

Ambos tratos implican confianza, pagos periódicos (intereses o alquileres) y la devolución de lo prestado (capital o propiedad). Asimismo, el valor de un bono y una renta se pueden ver afectados por factores como la inflación o un ajuste en las tasas de interés

 

Por ejemplo, si se quisiera vender la propiedad que se tiene en renta y los alquileres en la zona disminuyen, un posible comprador podría ofrecer menos por tu propiedad, ya que la renta ahora es menor en otro lugar. De igual forma, cuando suben las tasas de interés, los bonos emitidos a una tasa más baja se vuelven menos atractivos, lo que provoca una caída de sus precios. 

 

Por el contrario, si las rentas bajan y tú estás recibiendo más que el precio promedio en el mercado, tu propiedad se vuelve más valiosa. En el caso del mercado de bonos, si bajan las tasas de interés, los bonos existentes con las tasas más altas se vuelven más atractivos y sube su precio. 

 

Es importante tener en cuenta que la duración del bono determina cómo responde a los cambios en las tasas de interés. Los bonos a largo plazo son más susceptibles a fluctuaciones de precios que los bonos a corto plazo. Es como si se tuviera un contrato de alquiler a largo plazo; si éste fuera de diez años a un precio fijo y los costos de alquiler aumentan, después estarías amarrado a un alquiler más bajo por más tiempo, lo que disminuye el monto percibido. Pero, con un contrato de arrendamiento de un año, es posible ajustar el costo de la renta antes. Así, un bono a largo plazo será menos atractivo si las tasas de interés suben poco después de adquirirlo. 

 

Conclusión 

Tanto los bienes raíces como los bonos, son instrumentos de inversión sólidos que ofrecen una combinación única de estabilidad, rentabilidad y diversificación. La elección entre ambos depende de los objetivos financieros, el perfil de riesgo y las preferencias de cada inversionista. 

 
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